miércoles, 8 de junio de 2011

Mesoamérica

En general, suele considerarse que la historia de Mesoamérica se inicia hacía el 2 5000 a.C., cuando la vida sedentaria se ha generalizado y ya existe la cerámica. En esa fecha comienza el primer horizonte mesoamericano, el Preclásico, y en particular su primera etapa, el Preclásico temprano (2 500 a 1 200 a.c.) . También se conoce esta época como Préclasico Aldeano, porque 90% de los asentamientos de todas las regiones son aldeas, que suelen tener un promedio de diez a doce hogares, y una población total de cincuenta a sesenta personas. Los hogares del Preclásico temprano consistían en varios cuartos agrupado en torno a un patio; un patrón que se mantuvo hasta la época de la conquista española, e incluso después. EL patio era el área de trabajo más usual, y los cuartos funcionaban como dormitorios y almacenes, además de que por lo menos uno de ellos podía albergar la cocina y el altar.
También surgen en esta etapa algunas villas con más de doscientos hogares, que superan los mil habitantes. En este tiempo de asentamientosse encuentran ndicios de intercambio a larga distancia y del ritual público. San José Mogote, en el valle de Oaxaca, es una de esas villas que destacan dentro de su región: entre los artefactos hallados por los arquéologos en el sitio hay piezas de cerámica, conchas marinas, dientes de tiburón, tamviores de concha de tortuga y trompetas de caracol marino, todo ello procedente de las Costas del Golfo. En aquellos mismos años se construyó en el centro de la poblacioón un templete cubierto de estuco y provisto de un altar.
Estas villas fueron el escenario de las primeras jefaturas mesoamericanas: sociedades jerarquizadas que conferían mayor rango a algunos miembros, como el jefe y sus hijos, y quizas a algunos guerreros, y promovían el uso de artefactos y atuendos distintivos para resaltar ese rango. En la persona de los hefes se concentran la autoridad religiosa y militar, ellos controlaban la administración de los excedentes de la comunidad y supervisaban el naciente comercio. Estas jefaturas parecen haber tenido un papel importante en el impulso del gran desarrollo que caracterizará al Preclásico medio, pero en la mayoria de las regiones las distinciones de rango dieron paso a divisiones de clases; las tareas del gobierno se especializaron y la nobleza las acaparó.
Hacía el año 1 200 a.c. empezarón a realizarse en Mesoamérica diversas obras hidraulicas, canales, terrazas y probablemente chinampas. Una consecuencia directa de estos trabajos parece haber sido la mejora del rendimiento agrícola y el incremento de la población. Entre esas fechas y el año 500 a.c. aproximadamente, trasncurren la etapa conocida como Preclásico medio, caracterizada por el surgimiento de la especialización laboral de tiempo completo y la estratificación social, la construcción de centros ceremoniales urbanizados y el desarrollo de un repertorio de imagenes simbólicas que habitualmente identificamos como "olmecas". Precisamente en esta etapa surgierón los primeros reinos o señoríos en varias zonas de Mesoamérica.  
El intercambio de bienes de prestigio y bienes de culto que venía ocurriendo entre las villas mayores de la diferentes regiones de Mesoamérica parece haber propiciado cierto acuerdo entre los grupos dirigentes alrededor de concepciones religiosas y políticas; también favoreció la diseminación y aceptación de algunas convenciones plásticas y preferecias estílísticas. Hoy sabemos que los rasgos de tipo olmeca aparecen de manera más o menos simultánea en la cuenca del Balsas, en el valle de México, en la costa del Golfo y en otras regiones; esta simultaneidad contradice la antigua idea de que lo olmeca se había diseminado por Mesoamérica, a partir del Golfo de México, como resultado de un proceso de expansión militar o comercial mpulsado desde San Lorenzo o La Venta.
Entre los rasgos que habitalmente identificamos como olmecas se encuentran el uso de grandes "mesas" de piedra o mampostería (en algunos casos empleadas como tronos y quizá en otros como altares); la preferencia por la jadeíta y otras piedras verdes para elaborar ofrendas; la representación muy frecuente del jaguar, asociado con la figura humana de diferentes maneras: felinos que danzan o luchan con hombres, pieles de felino que sirven de capa, felino antropomorfos. Los rostros humanos de tipo olmeca se caracterizaba por ojos rasgasdos e inclinados y labios muy prominentes que ocasionalmente se abren para mostrar colmillos fieros; en la parte superior central de la cabeza puede haber una incisión, de la cual emerge a veces una mazorca de maíz. También se encuentran entre los elementos que solemos llamar olmecas símbolos como la "ceja flamígera", las dos bandas cruzadas en X y la Gota de lluvía con un punto de raya.






El mayor número de centros ceremoniales urbanizados, los más grandes y complejos, la mayor , la mayor concentración de esculturas y piezas de mayor tamaño se encuentran en las llanuras del Golfo de México. En San Lorenzo se construyó hacia el año 1 200 aC. una enorme plataforma de tierra que sirvió para poner a salvo de las crecidas del río un gran conjunto de plazas ceremoniales y viviendas de elite. Tronos, estelas, cabezas colosales y otras esculturas artificiales. Las esculturas de mayor tamaño eran los tronos, antes conocidos como "altares", sobre ellos se sentaban los soberanos para presidir algunas ceremonias y muy probablemente para atender los asuntos de gobierno. Las gigantescas cabezas estaban hechas normalmente de tronos reciclados; lo más probable es que el tron usado en vida por un soberano se convirtiera en la materia prima para su propio retrato colosal. Colocadas directamente sobre la tierra, las cabezas de los soberanos parecerían emerger de ellas: como arboloes, como plantas de maíz.
Durane trescientos años el asentamiento en San Lorenzo fue el centro político de su región, hasta que, en el año 900 a.C. fue abandonado de manera abrupta tras la mutilación y entierro de varias de sus esculturas. Entre el año 900 y el 500 a. C. florecieron varios sitios en las cercanías, pero ningunotuvo la magnitud de La Venta, al que podemos ver como el genuino relevo de San Lorenzo. En La Venta se levantó la primera gran "piramide" de Mesoamérica, un gigantesco cono ondulante de tierra apisonada, rodeado de plazas y pequeñas plataformas.
Es tentador suponer que las prósperas villas parcialmente urbanizadas del Golfo de México, habitadas por escultores, sacerdots, guerreros y gobernantes, constituía una suerte de metrópoli de la cualse derivaron las otras expresiones olmecas de Mesoamérica. Pero, como hemos dicho, los datos no favorecen la hipótesis de la expansión desde el Golfo, sino más bien la idea de que los rasgos llamados olmecas habían sido adomptados simultáneamente por las nacientes noblezas mesoamericanas, las cuales tenían estrechas relaciones entre sí motivadas por el intercambio.
Podemos seguir llamando olmecas a los habitantes de la llanura aluvial del Golfo en el Preclásico medio: es un nombre arbitrario que hemos dado a un grupo de pueblos de la familia lingüistica mixe-xoque. Pero el repertorio de formas y símbolos que se emplearon en aquella región no es propiamente una manifestación, algo propio "de los olmecas", sino parte un fenómeno suprarregional.









Si la uniformidad es el rango característico del Preclásico medio, la diversidad regional domina el Preclásico tardio (500 a.C. a 200 d.C.) Hacía el año 500 a.C., las manifestaciones olmecas se extinguen en Mesoamérica y son remplazadas por varias culturas regionales que suergen en esos años con un ímpetu notable: nuevo estilos arquitectónicos tendientes a la monumentalidad, cambios en la escultura, en la cerámica ritual y en el orden simbólico. Las motivaciones de este sesgo en la historia de la civilización mesoaméricana no son claras; de lo que sí estamos seguros es que de las regiones produjo concentraciones de población muy importantes permitio la consolidación de las noblezas que acapararon las funciones de mando. Estas funciones tomaron carácter especificamente político, dejaron de regirse sólo por los principios de representación y liderazgo de las sociedades gentilicias y se sustentaron en argumentos de la acción de gobiernos para triunfar en la guerra, organizar el mercado y urbanizar espacio.
Está exaltación pública de la vitria militar habá aparecido ya en San José Mogote, justo en la época de la fundación de Monte Albán. En la villa Dainzú, un pequeño centro dependiente de Monte Albán situado en el ramal de Tlacolula, también se ejecutaron relieves de personajes sacrificados, en este caso decapitados, y en asociación con el juego de pelota. Hacia el año 200 a. C. se levantó en Monte Albán un edificio con forma de punta de flecha que, igual que su antecesor, se encuentra cubierto con lápidas alusivas a la conquista militar. En estas lápidas, sn embargo, en lugar del cautivo mutilado se utiliza el glifo topónimico de cada pueblo, asociado con una cabeza colocada boca abajo.
Las anteriores evidencias y otras más, ya del Clásico, parecen indicar que la consolidación política de Monte Albán, su crecimiento urbano y su hegemonía regional se construyeron a base de una intensa actividad militar. Entre los frutos de esa actividad deben encontrarse importantes remesas tributarias, capaces de dar riqueza y prosperidad a la ciudad.
El arte funerario,que todos reconocemos como uno de los rasgos más notables de los zapotecos del horizonte Clásico, ya estaba presente en estos primeros siglos de la historia de Monte Albán: las tumbas hechas con grandes losas de piedra colocadas en fila y ricamente decoradas con estuco y pintura, así como los vasos-efigie de ceramica, conocido como urnas, que solían colocarse alrededor de los cuerpos acostado de los muertos.
El arte funerario, que todos reconocemos como uno de los rasgos más notables de los zapotecos del horizonte Clásico, ya estaba presente en estos primeros siglos de la historia de Monte Albán: Las tumbas hechas con grandes losas de piedar colocada en fila y rcamente decoradas con estuco y pinturas, así como los vasos-efigie de cerámica -conocido como urnas- que solían colocarse alrededor de los cuerpos acostados de los muertos.

Entre el año 100 a.C. y el 200 a.C., etapa que algunos autores separan del Preclásico y denominan Protoclásico, ocurrieron varios sucesos importantes en el Valle de Mécio. Entonces tuvo lugar el abandono de Cuicuilco, y Teotihuacan se irguió como centro plítico y religioso indiscutible de la región.
Durante los primeros doscientos años de nuestra era se construyeron las pirámides del Sol y de la Luna así como el templo de Quetzalcoatl, se trazó la llamada Calzada de los Muertos y se inicio la etapa propiamente urbana en la historia de Teotihuacán. Las construcciones y los pavimentos llegaron a ocupar la mayor parte de la superficie, sin dejar espacio para huertas o jardines, en un área de aproximadamente veinte kilómetros cuadrados.
Durante el horizonte Clásico (200 a 650 d.c.) la mayor parte de la población de Teotihuacán ocupó conjuntos habitacionales multifamiliares de mampostería, y muy poca gente vivió en chozas de adobe, lo cual nos habla de una prosperidad generalizada en el asentamiento. Los conjuntos habitacionales se elevaban sobre grandes taludes, y sus muros carecían de ventanas, uno o dos pórticos permitían al acceso. La mayoría de estos conjuntos eran de planta cuadrada (de aproximadamente 60 por 60 metros), aunque había algunos m´s alargados y otros en forma de L. Los lados de todos ellos eran paralelos, pero no caudrícula exacta. Cada conjunto equivalía a una manzana o cuadra; las calles de Teotihuacán eran largos pasillos sombreados que curculaban entre taludes y altos muros, y desde ellas no era posible observar lo que ocurría en las viviendas.
Se ha observado que varios conjuntos habitacionales tendían a agruparse para formar barrios; las calles interiores de estos barrios son algo más estrechas que las que los circundan. También existió un nivel de agrupación que reunía a varios barrios en distritos. Cada fistrito parece haber contado con un centro ceremonial propio, provisto de un dispositivo de tres templos que confluían en una plazoleta. Esa plazoleta de distrito debe haber sido también el punto de reunión de los representantes de las familias y los barrios para efectos administrativos.
Una parte importante de la población congregadas en el área urbana de Teotihuacan, quiza la mitad, era de artesanos, dedicados a oficios como la producción de núcleos y artefactos terminados de obsidiana, la alfarería, el trabajo del hueso y la concha, la elaboración de telas y cordajes, etc. Por otro lado, la abundancia y buena calidad de tierras agrícolas del valle de Teotihuacan y la escasa población aldeana en dicho valle, son datos que nos mueven a pensar que muchos habitantes de la ciudad realizaban también tareas agrícolas, como agricultores de tiempo parcial o completo.






Es frecuente que se imagine a todas las  sociedades prehispánicas como tiranías en las que un grupo inmensamente rico sometía a comunidades de productores a un tabajo extenuante con un férreo control político. Y ciertamente no era democracias, pero su estructura interna era más compleja de lo que sugiere el prejuicio. En teotihuacán hay datos arqueológicos sugieren el prejuicio. En Teotihuacan hay datos arqueológicos suficientes para comprender, al menos, cuatro asuntos básicos relacionados con la estratificación social: 1] La base de la sociedad estaba formada en grupos corporativos, a manera de clanes, que adoptaron la forma de barrios urbanos. 2] Estos clanes tenían una diferenciación interna; había algunas familias más ricas que otras. Los conjuntos habitacionales donde vivían los jefes solía ser algo más amplios y ricos que otros de su mismo barrio. Los restos de los individuos de más lato rango dentro de cada barrio recibían un tratamiento funerario especial. 3] Los barrios de artesanos, agricultores y otros trabajadores cotaban con una infraestructura urbana (calles, acceso al mercado, drenaje, vivienda solida y duradera) que nos impide definirlos como una masa empobrecida. Dicho en otros términos: la vivienda popular urbana, en general, no era de una calidad sustancialmente distinta de la vivienda de los sectores dirigentes. 4] Efectivamente hay edificios cuya decoración mural y amplias habitaciones los deltan como viviendas de una clase noble. Los conjuntos situados al este de la pirámides de la Luna y al norte de la pirámide del Sol, parecen haber sido la morada de familias de dirigentes políticos y militares. También hay algunos conjuntos habitacionales, dedicado por completo a tareas religiosas.



De los reyes teotihuacanos no sbemos casi nada, excepto que parecen haber tenido a Quetzalcóatl como suprema divinidad protectora, así como los señores de la etapa olmeca se identificaba con el dios del maíz. El poder de los soberanos en la gran ciudad del valle de México debió emanar, al menos en parte, de su exitosa conducción de las obras públicas: allí estaban las descomunales pirámides y gran urbe como prueba de la eficacia del gobierno. La organización del trabajo artesanal y el impulso de las actividades de intercambio que garantizaban el arribo de la materia prima y la salida de los productores a otras regiones, deben haber sido también cualidades estimables para comunidades de especialistas de dependían del comercio.
La identificación de todos los barrios, de todos los distritos, de todos los artesanos, los nobles y los campesinos, como miembros de a misma unidad política, parece haber ocurrido bajo la imagen de la protectora de un dios común: Tláloc, señor del agua, y de su pareja, Chalchiuhtlicue. Lo más probable es que las pirámides que, siglos después, los mexicas -visitantes ocasionales del sitios- llamaron "del Sol" y "de la Luna", hayan sido en realidad, de Tláloc y de Chalchiuhtlicue. La pirámide del Sol era un gran "cerro de agua" simbólico, pues los teotihuacanos le hicieron un foso periférico y un pequeños canal central, de tal suerte que se podía simular que el agua nacía en la cueva natural situada en el vértice de la piramide, para fluir luego alrededor de ellas. En la plaza de la piramide de la Luna sólo habia una gran escultura, masiva, casí geométrica: la de Chalchiuhtlicue, la diosa de la falda de jade.

La etapa que va del año 650 d.C. se conoce normalmente con dos nombres . Si se mira desde el centro de México, desde el punto de vista de la caída de Teotihuacan y los damáticos cambios que le sucedieron, se llama Epiclásico; pero si se mira desde el punto de vista de la re´gión maya, que justo entonces alcanzó su momento más prospero, se le denomina Clásico tardio, En cualquier caso, la fecha inicial de esta etapa corresponde con la crisis que acabó la hegemonía teotihuacana, y la última fecha se refiere a la extinción de la culura maya clásica. Para ser exactos, 909 d.C., última fecha registrada en los monumentos de Calakmul y Toniná.
Algo antes del año 600 d.. cesa la influencia teotihuacana se borra de toda Mesoamérica: el gran puerto de Matacapan se esfuma como centro de intercambio; la cerámica teotihuacana desaparece de la zona de minas en San Luis Potosí; se interrumpe el comercio entre Morelos y el valle de México, y , en poas palabras, la era teotihuacana llega a su fin.
La extinción de la influencia teotihuacana en el área maya parece ser una de las causas del aceleramiento en el desarrolo regional; las ciudades mayas se volvieron más prosperas: la arquitectura, la esculturay la manufactura de objetos rituales y suntuarios alcanzó una variedad y riqueza sin precedente. Algunas de las principales ciudades mayas, Palenque, al pie de la sierra chiapaneca, Piedras Negras y Yaxchílán en el Usumacinta, Tikal en el Petén, Calakmul al sur de la península de Yucatán, yuvieron su etapa de mayor florecimiento en el siglo VII. Y como ocurre con el resto de la historia maya, esta etapa de esplendor la conocemos con más detalles y matices que otras historias de Mesoamérica porque los mayas utilizaron una escritura glotográfica, capaz de reproducir el discurso oral, y utilizaron como se ha visto, un sistema de fechamiento preciso. En ocaciones los relatos mayas del Clásico resultan monótonos; se habla de nacimiento, entronización, declaraciones de guerra, dedicación de templos, muerte.. Sin embargo, la lectura completa de las inscripciones disponibles, y muchas proceden de ese lapso de gran esplendor alrededor del siglo VII.
Otra historia de la época de prosperidad es la de Pakal y su hijo Kan Balam, señores de Palenque (en su época llamada Lakamhá). Los artistas de esta ciudad prefirieron registrar sus historias en estuco, sobre las paredes, y en algunos bjetos de piedra, pero no en estelas. Kinich Jannab Pakal I, es decir Pakal el Grande, recibió el poder de manos de su madre, cosa poco común en una sociedad patrilineal. Al parecer, lamadre, Sak kuk, había asumido el poder ante la falta de hermanos varones; el último muerto en la feroz guerra contra Calakmul. Después de gobernar tres años, en una especie de regencia, la señora dejó el poder en manos de su hijo, que sólo tenía doce años. Pakal logró levantar a la ciudad de una mala racha de derrotas militares y alcanzó suficiente riqueza como para construir uno de los mayores palacio del México Antiguo y un mausoleo monumental para su viaje z Xibalbá, al mundo de los muertos: el llamado templo de las inscripciones. Sobre la base de la estabilidad construida por Kinich Janaab Pakal I, su hijo, Kinich Kan Balam IIevó a la ciudad a su mayor poderío, e igualó a su padre en la iniciativa para construir: a él se debe el célebre conjunto de tres templos, de la Cruz, de la Cruz Foliada y del Sol.










Con el abandonó de algunos acentamiento de muchos de los asentamientos mesoaméricanos septentrionales y el consecuente flojo migratorio de sus habitantes hacia el sur comienza el Posclásico. Muchos pueblos que habían vivido durante siglos en el Bajío, en los Altos de Jalisco y en la Sierra Madre Occidental transitaron hacia los valles de Puebla-Tlaxcala, México, Toluca y hacia la meseta Tarasca. La mayoria eran nahuas, pero al parecer hubo también algunos pames y quizá algunos purépechas; en las fuentes coliniales se alude a todos ellos con la denominación de chichimecas. Esta gente estaba acostumbrada a vivir en la frontera de la civilización, en zonas ásperas recorridas por bandas de cazadores recoletores. Como jefaturas militares, eran grupos belicosos que conferían a los guerreros el más alto estatus social.
La ciudad más importante del Posclásico temprano (900 a 1200 d.C.) due Tula, en el actual estado de Hidalgo. Allí se mezclaron la audacia guerrera de los chichimecas con la tradición de algunos nahuas meridionales herederos de Teotihuacan. En Tula los guerreros son los protagonistas de la escena: ocupan la cúspide del edificio más importante de la ciudad, cuya base está decorada con una mancha de coyotes, jaguares y águilas que aprisionan corazones sangrantes con el pico. Las canchas de juego de pelota son muy importantes en el sitio, y debenj haber sido escenarios de un rito guerrero cuya culminación era la decapitación de los prisioneros de guerra. Tula es la primera ciudad mesoamericana en la que se utiliza el macabro tzompantli, una especie de ábaco gigantesto en el que cada travesaño era un sartal de cabezas humanas: una de las contribuciones de lo spueblos chichimecas a los últimos siglos de la historia mesoamericana. También se utilizarpn por primera vez en Tula el pórtico monumental, formado por varias columnatas paralelas, y el altar antropomorfo que conocemos como chac-mool. Ambos recursos tienen sus antecedentes en asentamientos serranos del Occidente.
El éxito de Tula fue más modesto ue el de Teotihuacán, pero su peso político y militar fue suficiente para impulsar rutas de intercambio de largas distancia, que llegaron hasta Centroamérica, por el sur, y al menos hasta Sinaloa, por el norte. Algunos artefactos de procedencia mesoamericana encontrados en asentamientos de los oasis agrícolas de Nuevo México, como Pueblo Bonito, en el Cañon de Chaco, parecen ser de la época tolteca, si bien no puede determinarse con certeza si llegaron allí en virtud del impulso comercial de Tula o como consecuencia del funcionamiento de una red regional. Sabemos que las aldeas agrícolas de los ríos sonorenses comerciaban con pueblos de la Sierra Madre, y hay indicios de contacto entre las poblaciones serranas de Chihuahua y Durango y agricultores de Arizona y Nuevo México.
Como en su tiempo ocúrrió con los teotihuacanos, los toltecas tuvieron una presencia importante en la región Maya, aunque en este caso es mucho más dificil precisar el modo en que se prodjo esa relación. La ciudad de Chichén Itzá , en la peninsula de Yucatán, fue prácticamente refundada, hacia el año 900 d.C., a un lado de la antigua ciudad del Clásico. En la nueva Chichén se recrearon algunas de las principales imágenes y estructuras de Tula: el pórtico de columnatas con planta en L. el templo de los Guerreros, en cuya cúspide dos serpientes emplumadas, erguidas, sirven de columnas para dar ingreso a un recinto tachado, los pilares con guerreros labrados en sus caras, el chac-mool, los frisps de águila y jaguares, e incluso un tzompantli escultório que reproduce el sartal de cráneos toltecas. Acaso los refundadores de Chichén no hayan sido toltecas emigrados sino fuertes de grupos mercaderes, de filición maya, a quienes suele denominarse putunes, acostumbrados a visitar las ciudades nahuas y familiarizados con ellas. Lo que de plano debemos descartar es que la arquitectura de la nueva ciudad haya sido diseñada por alguien que no conociera Tula. Chichén Itzá fue la ciudad más poderosa de la peninsula hasta 1300, si bien ejerció ese poder en alianza con Uxmal y Mayapán. Esta última ciudad rompió la alianza y controló la región, al parecer en forma tiránica, hasta 1450. Pero el prestigio de Chichén Itza, y el de su elite reformadora, identificada con Kukulcán (nombre yucateco para Quetzalcóatl), persistiría hasta la conquista española.
La profunda huella de tula y Quetzalcóalt en la ideología de los pueblos de Mesoamérica no se explica excluisivamente por la actuación de los toltecas de la Tula de Hidalgo, sus empresas mercantiles y su fuerza militar. Hay algo más. La palabra Tula (Tollan en su pronunciación nahuatl correcta) significa etimológicamente "juncal", lugar donde abundan los juncos o tollin. La metáfora del juncal remite a la gran aglomeración de gente característica de un urbe. En el conjunto de las fuentes de tradición indigena de la época colonial, la palabra se utilizó para hacer referencia a una ciudad maravillosa, mitológica, habitada por dioses como Quetzalcóatl y Tezcatlipoc, y también se empleo omo un sobrenombre, para eludir a una serie de ciudades reales o históricas, como Cholula, Culhuacan, Tenochtitlán y la propia Tula de Hidalgo.






Lo que es común a todas las Tulas es su prosperidad, su dimensión urbana, su alto gradi de civilización y la sabiduria y regiosidad de sus gobernantes. Tula era la ciudad por excelencia, la ciudad maravillosa, y también era cada uno de sus reflejos terrenales. Es muy probable que el prototipo de todas las Tulas haya sido la más grande y poderosa y próspera ciudad del México Antiguo, es decir, Teotihuacan. Allí se inició la tradición urbana nahua y también el culto a Quetzalcóatl. En la Tula de Hidalgo se fortaleció el antiguo mito, y al parecer se originaron algunas ideas nuevas relacionadas con el ejercicio del poder: el gobernante de esta Tula llevaba el nombre del dios Quetzalcóatl y tenía la prerrogativa de confirmar en su cargo a los soberanos de otras ciudades, lo cual hacía perforándoles el septum nasal con una garra de águiila y otra de jaguar.
La familiaridad de mayas y mixtecos con el concepto de Tula y con dios Quetzalcóatl refleja el impacto de la tradición nahua en el sur. Este impacto había comenzado en la época teotihuacanan pero parece haber tenido mayores consecuencias políticas y religiosa en la etapa tolteca. Ahora bien, el Kukulcán de los mayas podría ser el señor de Chichén Itzá, así como la Tula a la que se refieren los mixtecos en sus fuentes podrías ser Cholula (Tollan Cholollan); esta última había conservado la tradición teotihuacana durante varios siglos, tenía fuerte vinculos con Oaxaca y en el Posclásico tenía la reputación de ser el principal santuario del dios Quetzalcóatl. Lo cierto es que hubo varias Tulas y varios Quetzalcóatl, y que diferentes reinos mesoaméricanos, al menos en el Posclásicos, se adhirieron a esa leyenda y a esos símbolos como parte de una estrategá para legitimar su posición de poder, para reconocer a una cabecera y rendir homenaje a un tronco de nobleza.
Si los mexicas identifican a la Tula de Hidalgo como la ciudad sagrada de Quetzalcóatl, y le atribuyen mayor importancia histórica que a Cholula o a Teotihuacán, es porque esa era "su Tula", su metrópoli. Los mexicas habían formado parte de las provincias septentrionales del reino tolteca, quizá en la zona de Querétaro, y habían descendido hacia el valle de México cuando su metrópoli entró en crisis y se abandonó, algo antes del año 1 200 d.C. Aun en sus días de esplendor, los mexicas merodeaban por la antigua ciudad de los atlantes y los cha-mooles, escarbaban en busca de piezas que reciclaban como ofrendas en Tenochtitlán, y se inspiraban en algunos diseños de la abandonada ciudad para crear sus propias obras artísticas. Los mexicas se consideraban herederos directos de esa Tula, y a Teotihuacán la ubicaban en el tiempo más remoto, en el tempo de la cracion del mundo.
La caida de Tula, al parecer en medio de grandes conflictos, hacía el año 1 200 d.C., marca el inicio del Posclásico Tradío, etapa que concluye con la conquista española.





 En vísperas de la conquista española, el valle de México vivía una etapa de florecimiento urbano formidable. Había muchas ciudades, todas ellas populosas; los crónistas hablan de aglomeraciones en calles y canales, y se sorprenden por el bullicio de las plazas del mercado: Chalco-Atenco, Xochimilco, Coyoacán, Culhuacan, Iztapalapa, Tetzcoco, Tlacopan, Aztcapotzalco, México-Tenochtitlán, México Tlatelolco y decenas de villas medianas como Coatlinchan, Mixcoac o Tacubaya. Repartidos en estos centros de población del valle de México vivían algo más de dos millones de personas.
La mayoría de estas ciudades estaban bajo el dominio de lonajes de la nobleza nahua, pero en muchas de ellas había poblaciones de otras etnias, particularmente otomí y matlatzinca. Los nahuas usaban el termino atépetl (que quiere quiere decir cerro de agua) pra referirse a la ciudad, con su población y sus tierras. Cada atépetl era dirigido por un tlatoani o rey, quien era auxiliado por una nutrida burocracia de jueces, recaudadores, capitanes y otros administradores. Aunque cada ciudad tenía bastante independencia en su administración interna, había tres grandes reinos con mayor jerarquía que todos los otros; recibían tributo de los demás y podían convocarlo a participar en guerras o en obras públicas: estos tres reinos eran Tlacopan, Tetzcoco y México-Tenochtitlán, la más famosa de las alinzas del Posclásico. Tlacopan obtenía sólo una quinta parte de la tributación de los señorios subalternos y tenía poco peso en la alianza, mientras que Tetzcoco tenía una relación bastante simétrica con Tenochtitlán, excepto a la hora de hacer la guerra: no hay duda de que los mexicas eran los lideres militares de la alianza.
La Triple Alianza era una necesidad; ningún reino del valle de México hubiera podido administrar solo el complejo sistema de rutas y plazas de mercado, provincias tributarias y redes de compromisos entre linajes nobles. Y no era nada más un asunto de capacidad administrativa; era preciso respetar la autoridad tradicional de los reinos sobre ciertas poblaciones y grupos étnicos. Esto nos ayuda a entender por qué los mexicas y los tetzcocanos, que acababan de derrotar en la guerra a los tecpanecas de Azcapotzalco, invitaron a Tlacopan, reino tecpaneca tambipen, a incorporarse en la alianza: había que contar con el ascendiente que los tecpanecas tenía sobre los pueblos de occidente del valle de a zona de Toluca, en particular los matlatzincas; además, la plaza de mercado de Azcapotzalco desempeñaba un papel crucial en la economía del valle.
Los productos agrícolas de los nahuas del Posclásico eran los mismos de los teotihuacanos, de los toltecas y de la mayoria de los pueblos mesoamericanos: maíz, frijol, calabaza (especialmente la especia Cucurbita pepo), chile, varios tipos de tomate, chía, amaranto y algunos otros. Además, el valle eran capaz de proporcionar muchos otros recursos comestibles no agrícolas: gran variedad de peces, aves, ranas, insectos diversos, serpientes, conejos, venados y muchas especies más. En el fondo del lago había sal (en el sector de Tetzcoco), y en los bosques de las cercanías era posible cultivar el maguey y obtener leña. Algunos frutales, como el tejocote y el capulín, completaban los recursos de la región.
Cada reino subsistía con la producción de sus propios súbditos, más la que le tributaban otras poblaciones de su área de influencia. Los productores de cualquier asentamiento debían pagar un tributo en especie a sus señores, además de estar obligados a partcipar en la guerra y en las obras públicas. Los grandes reinos, como aquellos integraban la Triple Alianza, recibían tributos de provincias distantes, y podían llenar sus almacenes con plumas de quetzal, guacamayas, oro y joyería elaboradas, mantas decoradas, algodón, jade, cacao y otros productos. Estos bienes suntuarios estaban reservados para el uso de la nobleza y para las fiestas religiosas.
En todas las ciudades nahuas del valle de México había una división básica de la población en dos grupos sociales, los nobles o pipiltin (singular pilli) y la gente común o macehualtin (singular macehualli). Se era pilli o macehualli por nacimiento, y sólo en casos excepcionales del valor militar un macehual podía ingresar en las filas de la nobleza. Los macehuales eran agricultores, pescadores, artesanos y trabajadores de otras especialidades, que pagaban tributo a la nobleza. Los pillis se ocupaban de tareas relacionadas con el gobierno, la justicia, la organización de la guerra y el culto religioso, y vivían de los productos que los macehuales tributaban a palacio y el tlatoani distribuía periódicamente. Algunos pillis recibían el beneficio tributario de manera directa; tal era el caso de los jueces, pues había ciertas tierras cuya producción estaba viculada a ese cargo. Y había incluso quienes poseían una especie de feudos, que podían vender y heredar; eran los oficilaes que se habían distinguido en acciones de guerra y algunos nobles a quienes el tlatoani deseaba premiar: ambos recibían tierras, para gozar de su producción y disfrutar de los servicios personales prestados por los campesinos que las habitaban y trabajaban.
Esta división de la soviedad en dos clases estaba matizada por una serie de excepciones y anomalías. Los artesanos no estaban obligados a participar en las obras públicas y solamente tributaban en especie; además , había artesanos muy prestigiados que se viculaban al palacio y vivían cómodamente, al amparo de los señores. Los mercaderes tampoco tributaban con trabajo, ni estaban obligados a ir a la guerra como el resto de los macehuales: su servicio al reino se realizaba con la delicada tarea de espionaje en las ciudades enemigas, a las cuales ellos podían viajar sin despertar sus picacias. Los guerreros de elite, águilas, jaguares, coyotes, guerreros del batallón otomí, llevaban una vida muy singular: se entregaban con una valentía casí demencial al combate, y frecuentemente morían en el campo de batalla o en la piedra de sacrificio de sus adversarios, pero los días de paz gozaba de una situación de privilegio y reconocimiento social únicos, bailaban, bebían cacao, disfrutaban de la compañia de las cortesanas, si algunos de estos guerreros llegaba a viejosm se dedicaba a instruir a los jovenes en la escuela.
El tlatoaní contaba con recaudadores y capataces que se encargaban de supervisar la tributación de cada calpullí (pueblo) debía pagar y organizar laparticipación de la gente del calpulli en las obras públicas. Además, los muchachos de los calpullis estaban obligados a acudir a una especie de escuela, en la cual recibían adiestramiento militar, cuyo nombre náhuatl era tepochcalli los muchachos del pueblo recibían instrucción de los guerreros experimentados, y quienes distinguían por su valentía podían ascender hasta convertirise en capitanes o guerreros de elite, auténticos héroes, a los ojos de aquella sociedad.
Los jóvenes nobles acudían también a la escuela, la que las fuentes denominan calmécac; allí recibían una educación más estricta y claramente orientada a las tareas de dirigncia: estrategia militar, sacerdocio, gobierno. Algunos de estos jóvenes permanecerían en los templos como sacerdotes del reino y otros se incorporarían a las tareas del reino y otros se incorporarían a las tareas de administración y gobierno. En el calmécac se vigilaba con esmero la conducta de los jóvenes y se buscaba evitar que entrablaran relaciones con mujeres. En las telpochcalli, por el contrario, la disciplina era más relajada, y al parecer ocurría con frecuencia que los muchachos tuvieran aventuras con muchachas de su misma condición, a quienes conocían en las prácticas de danza vespertinas que se realizaban en la cuicacalli o casa del canto.
La pertenencia a una unidad mayor, a un reino, se refrendaba con la participación de fiestas religiosas de la ciudad, que eran muchas a lo largo del año. Los jóvenes en edad escolar ejecutaban danzas y se involucraban en juegos y escaramuzas rituales, y toda la población contemplaba aquellos ritos que se realizaban en lo alto de los templos del recinto sagrado central, y participaban más activamente en aquellos que tenía lugar en las calles y plazas de la ciudad y en los santuarios de los alrededores.
Los ritos más intensos de cuantos se celebraban en las ciudades nahuas tuvieron que ser aquellos que involucraban la muerte de algunos seres humanos. Los mexicas se distinguieron entre todos los pueblos del México Antiguo por el frenesí con el que practicaron el sacrifio humano, en varias modalidades. A veces era preciso sacrificar a decenas de bebés para agradar a Tláloc, dios de la tormenta y la lluvia; se les arrojaba en remolinos de agua o se les sacrificaba en altares levantados en las montañas. En una de las fiestas anuales se decapitaban a una anciana, y un guerrero corria por la ciudad, sujetando por el pelo la cabeza cercenada y agítándola en todas direcciones. Para rendir culto a Xipe, dios de la primavera, un sacerdoté deambulaba cubierto con la piel de un sacrificado... La herida, el desmembramiento, la muerte, era una presencia constante en la ciudad de Tenochtitlán y en otras ciudades vecinas. La población tenía oportunidad de sobreponerse a estas escenas dramáticas participando en la catarsis de las diversiones públicas: juegos callejeros, ritos con aspectos chuscos como el del palo encebado y comedias ridículas en las cuales la gente podía burlarse de muchachos vestidos de abejorros que tropezaban y caían de una cornisa o de actores que fingían ser viejos, tullidos, enfermos.
Además de su significado religioso, no cabe duda que algunas jornadas sacrificiales tenían por objeto exhibir la fuerza militar de los ejércitos de la Triple Alianza. La campaña contra la huasteca emprendida por Ahuizotl, el más belicoso de los taltoanis mexicas, culminó con el sacrificio de miles y miles de enemigos hombres, mujeres y niños, que durante cuatro días y sus noches formaron cuatro filas frente a las escalinatas de otros templos del valle de México, en espera de su turno para subir la piedar de los sacrificios. Mientras marchaban a la muerte hacían un canto triste de ave, como era la costumbre.






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